Seguramente, en algún momento te has parado a pensar: «¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Estoy realmente haciendo lo que me llena?». Esa misma pregunta me la hice yo muchas veces. La respuesta no siempre fue fácil. Desde los 8 años, la música ha sido mi compañera. Empecé con el clarinete, siguiendo el camino clásico. Pero a los 14, algo cambió dentro de mí. El bajo eléctrico, el jazz y la música moderna me hicieron sentir que había encontrado mi voz, que por fin podía ser yo.

Durante años, llevé una doble vida. Mientras seguía tocando, me formé en marketing y trabajé en ello, porque era lo lógico, lo seguro, lo «socialmente» correcto. A pesar de que no se me daba nada mal, con cada proyecto de marketing que cerraba, algo dentro de mí se sentía incompleto. La música siempre estaba ahí, llamándome, recordándome quién soy de verdad. Y llegó un momento en el que tuve que escuchar esa voz. Este año, decidí dejarlo todo atrás y lanzarme a por lo que realmente me llena. Porque, ¿de qué sirve vivir una vida que no se siente tuya?

En todo este camino he tenido el privilegio de tocar con artistas como La Pegatina, El Junco, El Duquende, El Parrita, y muchas otras personas increíbles que seguramente no te suenen de nada. Pero más allá de los nombres, lo que me ha marcado ha sido la verdad que encuentras en la música, en cada nota que tocas, en cada conexión con el público. Esa es la verdad que busco cada día y que me ayuda a ser mejor músico y mejor persona.

No sé qué me deparará el futuro, pero lo que tengo claro es que prefiero arriesgarme y seguir mi pasión que quedarme con la duda de «qué hubiera pasado si…». Porque al final, la vida solo se vive una vez, y si no luchas por lo que te hace sentir vivo, ¿para qué estamos aquí?